8 jun 2011

Últimos coletazos.

Y como si de una boda gitana se tratara, las despedidas continuaron durante varios días. ¡Qué siga la fiesta! ¡Que no escasee la comida! Sobre todo, esta última parte...
El lunes, 30 de mayo, era el día de Canarias... así que fue una bonita excusa para volver a juntarnos y cenar cosas típicas de allí. Papas con mojo, mousse de gofio... La verdad, estaba todo muy rico. Y, para no variar, un día más que nos pusimos como el kiko.
El martes, como ya dije, era mi despedida oficial en el colegio, en la primera pausa. Decidí coger el tren anterior, para estar allí a la hora que empezaba la pausa. Y, si lo llego a saber, habría cogido el tren de siempre, ya que el tren se retrasó veinte minutos. Para no perder costumbre, vamos. Llegué a la estación de Holzwickede y corriendo al cole. Corriendo, con bochorno y llovizneando, así que llegué monísima a la sala de profesores. Cuando llegué, el director y Barbara dijeron unas palabras, y me dieron un par de regalos. Y yo, que había traído bombones, los dejé en la cocina. En poco más de 45 minutos ya no quedaban, así que les debió gustar. Y después, me volví a casa, ya que no tenía clase ese día (tendría dos, pero en las dos estaban haciendo examen). Por la tarde, quedamos en la estación todas, junto con Irene, la auxiliar de Essen, para cenar. Y después, ya que se nos había olvidado el lunes, nos fuimos a casa de Nidia a tomarnos una copa de cava.
El miércoles fuimos por la mañana a la universidad, para desmatricularnos y para comer en la Mensa. Y después, Carlota y yo nos fuimos a casa de Sandra para echarle una mano con la recogida. Por la noche, una vez más, nos fuimos a cenar. Esta vez, al Blondies, a la cafetería donde trabaja Nidia. Y la verdad, es que la comida estaba riquísima.
El jueves estuve entretenida rehaciendo la bolsa que iba a enviar. Y poco más.
El viernes, por la tarde, vinieron a recoger la bolsa. Y después, quedé con Maite, la chica que había estado en el Clara-Schumann antes que yo. Estuvimos tomando una cerveza en el jardín de un bar, y después me volví a casa a cenar.
El sábado por la tarde me fui a buscar a Ceci al aeropuerto. Y, cómo no, casi no llego a tiempo. ¿Adivináis? El tren iba con retraso. Pero el avión aterrizó también un poco más tarde de lo previsto, así que tampoco fue grave. Una vez en casa, después de cenar, hicimos la maleta para Bélgica, y después de ver un capítulo de True Blood (a ver si también la engancho a ella), nos dormimos.
El domingo por la mañana cogimos el autobús a Amberes. Poco después de la 1 llegamos, y ahí estaba esperándonos Juncal. Una vez llegamos a casa, comimos y nos fuimos a dar un paseo por Amberes. Disfrutando del bello bochorno. Después del paseo, nos tomamos unas cervezas con algunos de sus amigos, y nos fuimos a casa pronto.
El lunes, Ceci y yo nos fuimos a Brujas. Bueno, fuimos a la estación, perdimos el tren, dimos un paseo y nos fuimos a Brujas. La verdad es que fue una lástima que el tiempo no acompañara. Pero bueno. Estuvimos dando un paseo por el centro, y cuando ya teníamos todo visto, y después de tomarnos un café, volvimos a Amberes. Bueno, volvimos a la estación, perdimos el tren, dimos un paseo y volvimos a Amberes. Nos recogieron Jun y Niels en la estación, y nos fuimos a su casa a cenar. Un ratito antes, además, vino un amigo de Jun y Niels a casa. Y después, nos pasamos un ratito por el Salamander.
El martes, mientras Jun se fue a trabajar, Niels se llevó al pobre gato al veterinario. Gato que volvió poco después drogado y castrado. Después de desayunar y ducharnos, nos fuimos a dar otra vuelta por el centro de Amberes. Y después, poco más. Volvimos a casa, metimos todo en la maleta, y a esperar al autobús. El viaje de vuelta fue, cuanto menos, gracioso. El autobús llegó unos tres cuartos de hora tarde. Y nos costó otro buen rato salir de la ciudad, por las obras. Y cada vez que cerraba los ojos, a una señora que se sentaba en la fila de delante, le sonaba el teléfono. Poco discretos el tono y el volumen. Y, mientras, el conductor del bus, que había puesto el GPS, discutía con el aparatito. La mujer del móvil siguió dando el coñazo un rato más, hasta que se bajó en Eindhoven. Y de ahí, a Alemania. Sin parar en Duisburg, ya que el conductor nos preguntó a gritos que si alguien se bajaba ahí. No, nadie. Así que nos fuimos directamente a Essen. Bien. Y después de eso, a Bochum. Carreteras en obras y GPS que no hace más que decir que demos la vuelta. Creo que nos perdimos como diez veces. Eso sí, era entrañable ver al conductor pelearse con el GPS. Y el GPS empeñarse en que diéramos la vuelta. Pero lo conseguimos, que es lo importante. Y llegamos a casa.
Y hoy, poquito. Hemos empezado con las maletas, para irnos quitando cosas de en medio. Y dentro de un rato, iremos a cenar con las profesoras de español del colegio. O algunas de ellas, vamos.
Mañana haré las gestiones que me quedan para salir tranquilamente del país, repartiré mis bienes materiales y terminaré de recoger. Alemania se acaba.
Besitos!

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